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jueves, 27 de junio de 2019

LA NUEVA NARRATIVA ECUATORIANA

Se da inicio en los años 70 con la búsqueda de nuevas técnicas y modos de narrar; una ruptura en la secuencia narrativa, es decir, la secuencia se construye a la voluntad creadora del narrador, por lo tanto, rompe con la linealidad, dándose una serie de sucesos aparentemente inconexos que se encuentran totalmente alejados del tradicional orden (principio, nudo y desenlace); una superposición de los planos temporales, cuyos recursos principales son la analepsis y la prolepsis, rescatando el valor e importancia de la memoria.
La lectura de los nuevos relatos exigirá un nuevo lector, participativo y reflexivo, que sepa dar coherencia al nuevo orden narrativo.
Se distingue un lenguaje cinematográfico, jergal e irónico, que es utilizado porpersonajes complejos y anti-heroicos, sumergidos en la angustia y soledad, a causa del avance del consumismo en la sociedad. Por lo tanto, demandannuevos elementos culturales, que desplazan a las costumbres.
Consecuentemente, se cosifica deshumaniza al individuo. De esta manera, será esencial la búsqueda de lo interior, es decir, el subjetivismo ante todo.
Se habla, también, sobre el mundo onírico así como cotidiano, mágico, fantástico y ficcional, que será el nuevo espacio, para el desarrollo de situaciones que abarcan desde lo más cotidiano hasta lo más insólito. Estas particularidades serán perceptibles en las obras de los escritores de la nueva narrativa como: Abdón Ubidia, Raúl Pérez Torres, Raúl Vallejo, Eliécer Cárdenas, Huilo Ruales, Liliana Miraglia, Santiago Páez, Oswaldo Encalada, Javier Vázcones, entre otros; cuyo estilo y temática se basan en la lingüística, el acervo literario, y las experiencias tanto emocionales como sociales y culturales.
La temática de la sexualidad forma parte del complejo esquema de relaciones y vivencias de los seres humanos. De tal modo que la homosexualidad también está presente como parte de esta modernidad, que ha creado libertad, pero que a su vez ha provocado censura y marginación de aquello que atente con el modelo impuesto en la sociedad, que generalmente estará superpuesto a la ideología conservadora, junto a la ética.
A partir de los sesenta, la sociedad ecuatoriana comienza a experimentar un creciente proceso de urbanización, en un contexto histórico en el que los jóvenes escritores de entonces no podían estar ajenos a las más distintas influencias, entre ellas, la del llamado “boom” literario latinoamericano y todo lo que se debatía en Europa, en los Estados Unidos y en la propia América Latina. Ello produjo una verdadera revuelta contra el realismo social, al tiempo que encontraban nuevas maneras de escribir acordes con una realidad mucho más compleja, en la que la ciudad deviene principal referente, Pero en la cual siguen omnipresentes los viejos problemas del mundo andino: marginación, fractura profunda entre la sociedad blanco-mestiza y la indígena, fragmentación de los diversos estamentos sociales.

La literatura ecuatoriana contemporánea parece reflejar profundamente esa fragmentación, y su escritura se corresponde con la necesidad de reorganizar en el espacio imaginario de la narración o de la construcción poética el mundo descoyuntado que rodea al autor, al creador, siempre con un afán consciente o inconsciente de explicarlo, reconocerlo y tal vez conjurarlo, exorcizarlo. Lo que, por lo demás, es común a todo verdadero arte.
A partir de los años sesenta surge un grupo de cuentistas y novelistas cuya obra, en conjunto, bien puede catalogarse entre lo más interesante de la narrativa latinoamericana de los últimos años. No sólo que dejan atrás definitivamente el realismo social y vernáculo, sino que además exploran caminos muy distintos a los del realismo mágico, que tanta resonancia tuvo en los sesenta. La ecuatoriana es una literatura con acentos propios, más interesada en sondear la angustia y los comportamientos de personajes reales e imaginarios, inmersos en una realidad singular, de transición y de contratación: india y mestiza, occidental y sincrética, tropical y andina, arcana a veces, encerrada en sí misma, y, a la vez, expuesta a los procesos de transculturación propios de la “aldea global” finisecular.La narrativa ecuatoriana, sobre todo en el siglo pasado, nos da una interesante visión sobre la vida y costumbres de los indígenas y montubios, convirtiéndose  la novela ecuatoriana en realista.  La narrativa trata de la superstición, sobre los problemas humanos existenciales de los sectores rurales de nuestro país, a través del realismo mágico, a veces teniendo una consolidación importante de una identidad regional de costa y de sierra.
 
 
 
 
 
            La riqueza de la narrativa ecuatoriana, consolida a la gran literatura latinoamericana en el ámbito cultural mundial, convirtiéndose en novelas realistas, naturalistas y de gran contenido social.
            Las novelas ecuatorianas Huasipungo, Los Sangurimas, y El Jaguar, sacan a la luz pública el modus vivendi del pueblo montubio y de los indígenas de la sierra central ecuatoriana, descubriendo  interesantes procesos de vida, costumbres, trabajo, religión, familia, valores, y sobre todo la relación del hombre  con su familia y con la naturaleza. En el caso de los indígenas por ejemplo la narrativa abre nuevos e importantes horizontes de la relación laboral de los indígenas y sus patronos, del latifundio, de la esclavitud que habiendo existido durante décadas, se empiezan a evidenciar  con la denuncia de la narrativa ecuatoriana, sino también latinoamericana, que se fortaleció por el negado acceso a la educación de estos sectores. Esta riqueza literaria se ve reflejada no solo en la creatividad de sus autores sino en su constante investigación de los temas sociales del pueblo indígena y montubio.

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